domingo, 4 de abril de 2010

Artículo revista "Parròquia de tots" Nº 45


¡¡Dichosos los pobres...!!


Ángel Gonzáles Durá

A mediados de febrero celebramos la Campaña de “Manos Unidas”.
Este año nos interpelaba con el lema “CONTRA EL HAMBRE DEFIENDE LA TIERRA”. Al leer ese lema surge una pregunta: ¿Qué puedo hacer yo para construir un mundo mejor que el actual?
Pues antes que nada informarnos: Sabemos que no es verdad que el mundo va mejor, va mejor sólo para un grupo de países privilegiados. Nosotros mismos a pesar de la crisis, somos privilegiados, vivimos bien, comemos, tenemos ropa, disfrutamos del bienestar… pero hay millones de hombres y mujeres que viven en una miseria cada día más grande. Y es que nosotros vivimos muchas veces de forma absurda e insostenible. Dicen los estudiosos que si nuestro modelo de consumo se trasladara a todos los países del mundo, los recursos de nuestro planeta se agotarían.
Nosotros podemos vivir como vivimos, mientras la mayoría siga viviendo en la pobreza, pero esto es injusto, y hemos de decir que un mudo con mil millones de personas que pasan hambre no es un mundo seguro, nosotros, si queremos vivir tranquilamente, ignorando a los pobres, hacemos un mundo injusto e insolidario.
¿Qué podemos hacer?. A veces pensamos que poco, pero, como cristianos, tenemos la obligación de comenzar; aunque sean cosas básicas.
Podemos “sembrar”; es decir, manifestar claramente lo que pasa:
Que lo que ocurre con las pateras es una tragedia.
Que el trato a los inmigrantes muchas veces no es el adecuado.
Que los gobiernos deberían hacer más.
También podríamos vivir de forma más austera.
Que podríamos evitar gastos superfluos y dedicar más a los pobres.
Que deberíamos avergonzarnos al contemplar esa barbaridad de pobreza extrema.
¡¡Cuántas víctimas!!.
Jesús pronunció las bienaventuranzas que declaran dichosos a los pobres, a los hambrientos y a los afligidos. Pero cada día podríamos añadir más: Dichosas las mujeres víctimas de los malos tratos que sufren en silencio la constante amenaza de sus esposos, sin que nadie sospeche su angustia, su miedo, su depresión. Aunque cueste creerlo Dios no se olvida.
¡Ay! de nosotros los varones, que no tenemos inteligencia ni corazón para reconocer el sufrimiento que generamos en la mujer desde nuestra posición. Dios confundirá un día nuestra ceguera.
Dichosas las mujeres que en tantos países, en tantos pueblos viven aterrorizadas por los insultos, golpes y agresiones de sus parejas… sin saber cómo defenderse, sin saber cómo defender a sus hijos. Dios está sufriendo con ellas.
¡Ay! de nosotros que las olvidamos y no hacemos caso, Dios desprecia nuestra indiferencia.
¡Ay! De nosotros, los creyentes, que vivimos tranquilos pidiendo a Dios por nuestro bienestar sin recordar a tantas víctimas inocentes. ¿Cómo va a escuchar Dios nuestra plegaría?
¡Hermanas y hermanos!. Al discurso de las bienaventuranzas, San Lucas añade cuatro “ayes”, cuatro amenazas que nos ponen en guardia…
La pobreza y la miseria es algo escandaloso que va contra el querer de Dios.
Todo esfuerzo por suprimir la miseria es un paso que hace avanzar el Reino de Dios.
-Elegir ser pobres como solidaridad, evitando los excesos, los derroches, las vanidades…
Denunciar la pobreza, como carencia de lo necesario.
• Hay pobres, porque alguien los empobrece.
• Hay hambre, porque alguien les quita el pan.
• Hay lágrimas, porque otros hacen llorar.
• Hay excluidos y perseguidos por el Evangelio porque hay perseguidores.
Todo esto nos mueve a hacer una elección, una opción a favor de los pobres, a favor de todos aquellos que les falta todo.
Ahora bien, también la pobreza es un espíritu. La pobreza de espíritu de la que habla el Evangelio es la actitud de apertura a Dios; es la disponibilidad de quien todo lo espera del Señor. Por eso los pobres son una esperanza, porque son los más disponibles para recibir los dones de Dios.
Cristo dice: ¡¡Dichosos los pobres porque de ellos es el Reino de los Cielos!!
Los pobres, los que lloran, los que tienen hambre… son los que desde su desamparo, tienen que saberse confiados en las manos de Dios, como decía Jeremías:
“Bendito el que confía en el Señor y pone en el Señor su confianza”,. Cristo vive: Esta es la gran fe y confianza, este es nuestro Dios, el Dios de los pobres. Una felicidad que se prolongará y llegará a plenitud en la nueva vida de los redimidos.
El lugar privilegiado para acceder a Jesús son los pobres.
Por eso, si queremos, acercarnos a Jesús, como cristianos que somos, hemos de escuchar, hemos de mirar a los pobres, a los hambrientos, a los que lloran, como los mira Dios, De ahí puede nacer nuestra conversión.
No olvidemos que lo que hacemos con los más pobres de nuestros hermanos lo hacemos con Dios.
Ese será nuestro examen final: Tuve hambre y me diste de comer estaba desnudo y me vestiste…
Seamos generosos y saquemos buena nota en ese examen a la eternidad.

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