domingo, 25 de abril de 2010






EDITORIAL REVISTA
"PARROQUIA DE TOTS" Nº 45



Nuestra portada , a tenor de cómo son tratados últimamente los símbolos religiosos cristianos, la podrían considerar provocativa los que piden que se quiten los crucifijos de las paredes donde pueden mirar; (o no), ellos y sus hijos con el argumento de que esa imagen les ofende, les produce un profundo mal estar. Algo inadmisible pero que comprendemos en personas influenciadas por reminiscencias antirreligiosas heredadas y que, lejos de superarse, nos han acompañado entrelazadas en la historia de la humanidad desde siempre. No es la primera vez que surgen estas cuestiones como síntomas de una sociedad enferma y que, como señales premonitorias, anuncian males peores.
Una contemplación atenta del Cristo que pintara Velázquez, nos invita a preguntarnos: ¿qué hay de provocativo o desafiante en esa imagen? ¿Cómo puede ofender la serenidad, el sufrimiento contenido de quien da la vida por amor a todos los hombres? (Incluso por los que se sienten resentidos al mirarlo) ¿Qué clase de ofensa puede haber en la contemplación de un hombre que, ajusticiado injustamente, acepta su destino perdonando a sus verdugos?
Podrán, para justificar su incongruencia, y negar lo que a la vista se nos muestra como afirmación de paz y serenidad, remontarse en la historia a las consabidas y desgastadas frases hechas de la intolerancia de la Inquisición, de la perversión de los papas, de innumerables leyendas negras creadas para desprestigio de una institución divina que, por estar en manos de hombres, no se puede sustraer a la grandeza y miserias que anidan en los corazones de estos; y lo harán sin tomarse la molestia de separar, los claroscuros de una historia de 2.000 años hecha por hombres, de la realidad del hecho del crucificado, Hijo de Dios, que nos redimió a todos precisamente en ese momento mostrado en la imagen, en la que todo un Dios, hecho hombre, desde la cruz perdonó y sigue perdonando, también a los que abominan de Él, y que por eso, para muchos más, la contemplación de un Cristo crucificado es motivo de esperanza, de paz, amor y vida.

Consejo de Redacción