domingo, 24 de enero de 2010

Artículo revista "Parròquia de tots" Nº 44

"AÑO NUEVO VIDA NUEVA"
Corazon inquieto
Recuerdo haber visto colgados sobre la pared del fondo frete las barras de los bares, un aviso de un inquietante humor estudiado: “hoy no se fía, mañana si”. Como quiera que el texto del cartel, desgastado por el humeante ambiente del bar, hiciera caer en la cuenta de que ese mañana nunca llegaría pues su alicaído desgaste así lo anunciaba; inalterablemente, jamás se fiaba a los clientes. El anuncio prometía un día en que la casa daba crédito a sus clientes, pero ese día siempre era mañana. Y a ese mañana, seguía otro, y otro, porque la promesa anunciaba una esperanza viciada en su génesis. En cualquier caso, para darle validez al aviso, había que quitarlo para hacer valer su anuncio del día anterior o bien cambiar de orden las palabras mañana por hoy. Mientras el cartel estuviera presente con su texto inalterable, era evidente que la voluntad del propietario era no fiar a nadie.
Con nuestros buenos deseos de cambio nos ocurre lo mismo. Después de un descalabro emotivo, de un arrepentimiento, de la toma de conciencia de una mala conducta… nos llega a los labios la afirmación: “he de cambiar, necesito cambiar”. Pero en incontables ocasiones se queda en un propósito que ha durado lo que la reflexión nos ha motivado a hacerlo. Con la llegada de un nuevo año parece como si se despertara en nuestro interior los deseos de un cambio de ser hombres nuevos. Cambiar, para no volver a pasar por los malos momentos que hemos vivido en el año que acaba. Para corregir los errores que han impedido los logros deseados. Cambiar, esa es la clave. Recuerdo haber leído en las Confesiones de San Agustín, que en su inquietud de cambio, de ser un hombre capaz de dejar su vida de desenfreno y perversión. Cuando meditaba sus acciones y las causas que producía su comportamiento, entre otras, el sufrimiento de su madre santa Mónica, decía: “mañana comenzare a ser distinto, será todo diferente, de mañana no pasa que deje esta vida desenfrenada”, Y ese mañana, como el cartelito del bar, siempre era un nuevo mañana que no llegaba, porque paradójicamente los buenos propósitos se perseguían a ellos mismos como una espiral cuyos extremos se cierran sobre si.
En estas fechas nos deseamos el año bueno que todos soñamos. En el fondo sabemos de nuestras necesidades de cambiar comportamientos, proyectamos hacerlo hoy: “A partir de hoy…” Mañana: “De mañana no pasa”… Vanos anuncios que se quedan colgando en la pared del fondo de nuestras convicciones como el famoso cartelito del bar.
Hay una frase que tomo vida, y fue acuñada de generación en generación para anunciar ese deseo de cambio: Año Nuevo vida nueva, y es, como si pronunciándola, ya estuviera decidido y conseguido ese tan deseado cambio.
No es nada fácil cambiar sin unas fuertes convicciones que animen nuestra fuerza de voluntad. La física nos dice que cualquier movimiento necesita de una fuerza de energía que lo produzca o que sea la causa. Nuestros buenos propósitos no bastan para dar un nuevo sentido a nuestras vidas, hace falta algo más, algo que motive a la fuerza que sea la causa del cambio. Motivos tenemos todos, porque siempre hay cosas que no nos agradan y quisiéramos apartar en nuestra forma de ser, pero la fuerza y constancia es ya algo más difícil de lograr. A veces imposible por nosotros sólos. Todo lo que no surja de una gran convicción que nos dé el impulso necesario para cambiar, es pura palabrería. Ridículos brindis al sol del autoengaño. Como el cliente, de mente ligera y fofa que mirando el aviso: “hoy no se fía mañana si” cree estúpidamente que al día siguiente le van a dar crédito en su consumición en el bar.
San Agustín lo consiguió. Su cambio fue profundo y decisivo en su vida; aquel corazón inquieto dejaría escrito en sus reflexiones, refiriéndose a Dios, una lamentación: “Tarde te hallé…” Por haber dejado su deseo de cambio, durante muchos años, siempre para mañana.
¡No esperes a mañana. Hoy es presente, el momento; mañana puede ser tarde!.