sábado, 20 de febrero de 2010

Información mensual de Cáritas Parroquial

COMUNICAT INFORMATIU MENSUAL
DE CÁRITAS PARROQUIAL

Este mes ha augmentat considerablement l'assistència, de persones necessitades i amb problemes en l'acollida dels dimecres. La falta de treball s'està deixant notar. Hem atés per eixa causa i per altres a 40 persones (12 famílies) proporcionant-los aliments i ajudant-los amb la nostra presència i recomanacions a solucionar assumptes d'importància per a ells.
L'equip de Cáritas Parroquial disposa de fitxes i documentació de tot el que està realitzant en nom de la comunitat Parroquial, qualsevol persona que desitge més información sobre algun cas en concret, estem a la seua disposició per a oferir-li-la. Advertint que és una informació confidencial i ha de ser tractada com a tal. Moltes gracies a tots y que Dèu els beneixca.

Artículo revista "Parròquia de tots" Nº 45

Consecuencias que se dan en un país
que aprueba la eutanasia
Frances xavier Sala
Teólogo
Abordaremos tres tipos de consecuencias; las que se dan en el terreno médico, las que se dan a nivel social y las que se dan en el campo religioso.
1.- Campo de la medicina. El médico, por el juramento hipocrático, es la persona en quien se confía justo en el momento en que la enfermedad y el sufrimiento se presentan. Él es quien tiene la misión de custodiar la vida humana en todo momento, por lo que la eutanasia viene a desnaturalizar la buena práctica médica. A un médico no se le pide que juzgue, ni que decida quién debe vivir o quién debe morir. La confianza que el enfermo le concede se basa en el presupuesto de su profesionalidad y de su actitud inequívoca de conservar la vida del paciente. Si esta confianza se quiebra, la relación médico-paciente sufriría un grave deterioro. La razón de ser de la Medicina es la curación del enfermo en cualquier fase de su dolencia, o al menos, mitigar el dolor. Cualquiera es perfectamente capaz de advertir la diferencia sustancial que existe entre ayudar a un enfermo a morir dignamente y provocarle la muerte. Hay que tener presente que el propio médico se puede dejar llevar, una vez practicado el primer caso, por la pendiente resbaladiza de la eutanasia. Cuando ya se ha dado este primer paso, es muy difícil deshacer el camino andado. Las enfermedades presentan una serie de componentes que las hacen muy parecidas entre sí: síntomas, reacciones, sufrimientos...; de modo que cuando a un paciente se le ha administrado la “muerte por compasión”, será fácil legitimar otro tipo de situaciones similares. Al mismo médico, quien por sus virtudes profesionales no ha de discriminar a ningún paciente y ha de prevenir toda posible dolencia, se le hará muy difícil determinar dónde está la frontera entre un caso u otro, cuando los padecimientos se tornen insoportables para el paciente. Por otro lado, no es posible que exista la Medicina si –llegado el caso- el paciente, en vez de confiar en su médico hasta el punto de dejar su vida en sus manos, le teme, pues ignora si los profesionales que se ocupan de su salud van a decidir si su caso es digno de curación o susceptible de eutanasia. Hay claros ejemplos de lo dicho anteriormente en los hospitales holandeses, donde la práctica eutanásica ha causado un gran daño al clima de intimidad y confianza entre el médico y el enfermo. Quienes piden la eutanasia lo hacen porque están deprimidos y/o necesitan que se les trate adecuadamente el dolor u otros síntomas adversos, y que se les apoye humana y espiritualmente si lo desean. La petición por parte del paciente de poner fin a sus días, puede tener también su raíz en la soledad, el miedo al dolor o el pensar que su condición es un estorbo para los que le rodean. Se requiere por parte del personal sanitario competencia profesional y calidad humana en el trato con los enfermos; la familia también es de la mayor importancia en estos momentos.

2.- Nivel sociológico. Socialmente se puede generar un clima de “coacción moral” que lleva a los terminales o ancianos a sentirse obligados a solicitar la eutanasia. Se esgrime -por parte de algunos sectores-, el argumento de que el paciente es un grave estorbo para la familia e incluso que ocasiona un alto costo a las arcas del Estado, pues de todos es sabida la saturación en que se encuentran los hospitales y la falta de camas. Aquellos que son favorables a la legalización de la eutanasia suponen que lo que importa son las constantes sociológicas empíricamente demostrables, de ahí la importancia de crear una opinión favorable al respecto. Se supone que una voluntad mayoritaria que sostenga que la eutanasia es un bien, sería suficiente para legalizarla. El derecho a la vida, y su protección por parte del Estado, pertenecen al orden del deber ser, de los imperativos absolutos que son norma fundada en la realidad en sí, y no una opinión sometida a sondeos o mayorías. Nunca es una mala inversión que un Estado mejore en calidad sanitaria y en ampliaciones, si se requieren, de sus hospitales. En ello, y en la correcta formación de sus profesionales médicos, se traducen los valores positivos a favor de la vida que tiene una sociedad.

3.- Esfera religiosa. Toda vida, por ser humana, merece la pena ser vivida, también desde el dolor. No existe ningún sufrimiento inútil. Mirando a Cristo se esclarece el misterio del sufrimiento, descubriéndose su sentido redentor y de maduración humana. También la sociedad ha de prestar su ayuda solidariamente a los enfermos. La defensa de la vida humana en todas sus fases es un tema de moral natural. El derecho a la vida es el primer derecho humano, y el deber de respetarla se capta -sobre todo por intuición-, como el primer deber ético respecto a la propia vida y a la de los demás. La razón puede descubrir la necesidad de defender la vida de todas las personas en situación terminal. La fe ilumina y purifica la razón, reconociendo en cada enfermo su dignidad de hijo de Dios y llamado a la comunión íntima con Él. El Evangelio de la vida nos habla de la vida humana como un don de Dios, sagrada e inviolable y que no puede en ningún caso ser suprimida, sino protegida con amor. Defender la buena muerte como culmen de toda la existencia y nacimiento a la vida eterna es una bella tarea: “Esta doctrina es digna de fe: Si hemos muerto con él, viviremos con él.” (2 Tim 2, 10).

domingo, 14 de febrero de 2010

Artículo revista "Parròquia de tots" Nº 44


¿Qué hacemos con el botellón?
B. Santiago Giner Barberá.
Oficial Jefe de la Policía Local de Vallada


El pasado mes de septiembre el fenómeno del “BOTELLÓN” se convirtió en la “estrella invitada” en todas las tertulias y debates de los distintos medios de comunicación social, a raíz de los incidentes acaecidos en la madrileña localidad de Pozuelo de Alarcón. El resultado de los mismos se saldo con 20 personas detenidas, - 7 de ellos menores –, 10 policías heridos, - 2 de ellos de gravedad –, y una cantidad incuantificable de daños a bienes de uso público. Hay que tener en cuenta que este “fenómeno social de masas” al igual que se desarrolló en Pozuelo, se puede producir en cualquier momento y lugar, y desencadenar en hechos similares a los allí ocurridos.
Ante esta situación cabría analizar: ¿Qué es el botellón, su origen y consecuencias?, ¿qué factores/actores intervienen en su producción?, ¿cómo actuar ante este fenómeno?.
En primer lugar diversos estudios sociológicos, definen el botellón como “reunión masiva de jóvenes de entre 16 y 24 años (hoy en día se empieza a consumir desde los 12/13 años), fundamentalmente, en espacios abiertos de libre acceso, para beber la bebida que han adquirido previamente en comercios, escuchar música, y hablar”. Su origen “se situaría en los años 80 entre jóvenes, que ocasionalmente se reunían para relacionarse en plazas o parques y beber en grupo como alternativa barata al mayor precio de las consumiciones en bares o pubs”. Las consecuencias vienen dadas por “numerosas quejas de ruido a altas horas de la madrugada, suciedad de las vías públicas por los restos de botellas y otros enseres, actos de vandalismo, peleas, restos de micciones y vómitos, debido a la pérdida de control sobre sí mismo producida por los efectos del alcohol. Y sobre todo el adelanto en la edad de ingesta de alcohol”.
Los factores que intervienen en su mayoría son de tipo económico-social, como hemos visto anteriormente, el encarecimiento de las consumiciones en los locales de ocio son una de las causas principales, -tal y como reconocía un empresario del sector en una tertu
lia televisiva hace pocos días-. La facilidad de adquisición de bebidas alcohólicas por parte de los sectores más jóvenes de la sociedad, en los establecimientos de venta. La permisividad y tolerancia de los padres ante este fenómeno, -algunos de ellos facilitan la adquisición de alcohol- con el fin de burlar las escasas medidas de control de los establecimientos, entre otros factores.
Es por ello necesario plantearse que tipo de actuación hay que llevar a cabo, ante este fenómeno para paliar sus consecuencias. Por un lado diversas Comunidades Autónomas entre ellas la Valenciana, han establecido mecanismos legislativos de actuación, estableciendo la prohibición de consumo de bebidas alcohólicas en la vía pública, que legitiman la actuación policial en cuanto a la sanción y decomiso de las mismas. Estableciéndose también mecanismos de control preventivo como medida disuasoria frente al fenómeno del “Botellón”. En cuanto a este tipo de medidas cabría preguntarse ¿son suficientes y eficaces?, no siempre, y en función del momento en que se actúe, consiguiendo en la mayoría de las ocasiones que se traslade de lugar si se actúa preventivamente, o que se produzcan situaciones de riesgo tales como la de Pozuelo si se opta por la disolución del mismo.
Por otro lado cabría contar con la implicación de los establecimientos comerciales y de ocio, que deberían poner toda la carne en el asador a la hora de controlar la venta de bebidas alcohólicas sobre todo a menores, así como un ajuste de los precios de venta al coste real del producto. Así como también habría que apuntar el ofrecimiento de otras alternativas de ocio por parte de las Administraciones Públicas. Y como no, la necesaria implicación de los padres ejerciendo mecanismos de control de que los diferentes tipos de ocio sean adecuados y compatibles con la edad de sus hijos.