sábado, 19 de diciembre de 2009

Artículo revista "Parròquia de tots" Nº 44




La eliminación de la cruz de Cristo
por parte de los profetas de “La Nada”
Francisco Javier Aznar Sala
Teólogo


Asistimos, en España y en el resto de Europa, a lo que J.R. del ValleInclan denominaría como “el esperpento” nacional. Se trata de caricaturizar nuestra cultura de modo que somos ya incapaces de reconocerla, convertida en parodia de sí misma. Lo que hace años no imaginaba Alfonso Guerra, es que su famosa frase “A España no la conocerá ni la madre que la parió” cobraría un sentido tan literal como en la actualidad. El grupo parlamentario ERC, secundado por el PSOE han emitido una propuesta de quitar el símbolo de la Cruz de todo espacio público. Podría tildarse la iniciativa de “cortina de humo” ante la grave crisis económica que atraviesan nuestras familias, pero si se analiza detalladamente uno le encuentra otros matices más preocupantes si cabe.
El verdadero sentido de la cruz de Cristo es el de la liberación del hombre y su redención. El verbo “redimir” deriva del latino redimire, es decir, rescatar a un esclavo de su opresión y darle la libertad que ansía. Los esclavos, una vez liberados, pasan a ser hijos en el Hijo [Cristo], y ser adoptados por Él. Por tanto, Cristo con su cruz nos libera de la esclavitud del pecado, de la muerte, del poder de las tinieblas, de la maldición de la ley y de la cólera venidera. Independientemente de las creencias de cada cual, y siendo muy respetables, lo que es incuestionable es el arraigo de la cultura cristiana en Europa, tanto es así que Europa no se podría entender sin la cultura clásica, el Derecho romano y el cristianismo. De hecho, trece de los cuarenta y seis países del viejo continente llevan la Cruz en su insigne estandarte. La Cruz, por tanto, no se circunscribe únicamente a la fe personal que profesa cada individuo, sino que es un símbolo de paz, de libertad, de trascendencia, dignidad e identidad cultural. Tal vez no se ha reparado en el daño que se le puede causar a la misma cultura europea, pues como preconizó Juan Pablo II asistimos al “suicido cultural de occidente”, el cual traerá consigo otras civilisaciones que acamparán sin obstáculo alguno en una desdibujada Europa.
La Cruz, como hemos dicho, viene a significar la liberación del hombre de todo oscuro poder, pero ala vez significa la hermandad entre todos los hombres. No pueden darse injusticias, de unos para con otros, sin que la cruz, levantada en lo alto, denuncie con su presencia tales hechos. Pero en la actualidad, el nihilismo se nos presenta como el paradigma cultural hacia el que todos, irremisiblemente y por ley, debemos caminar. El nihilismo nos habla de dos ausencias: la ausencia de valores y la ausencia de sentido. Aparentemente se presenta como “libertad total”, hacia la cual caminan nuestros jóvenes en la máxima de “haz lo que te dé la gana”; sin embargo, sabemos que esta máxima trae consigo la destrucción del propio hombre. Pero existe un nihilismo más agresivo que el primero, y es el que se ha instalado en España. Se trata de un nihilismo-laicismo activo que busca destruir todo aquello en lo que se fundamenta su historia. Uno lo tildaría de freudiano, es decir, que por el eterno complejo de Edipo busca devorar a su padre [la tradición cultural cristiana] para alzarse a sí mismo con el poder de la horda. Nietzsche es el paradigma de profetas de “la Nada”. Su pensamiento, junto al de otros, ha tomado cuerpo en las distintas y variopintas ideologías instaladas en los ambientes más insospechados. Se trata de un tipo de ideologías que condenan a los más débiles para, sobre sus cenizas, alzarse el superhombre: un superhombre que ve a Dios con odio y recelo, pues lo considera un competidor en el orden ontológico y moral. El fruto de estas ideologías son: el aborto, la eutanasia, el divorcio express, y demás leyes positivas injustas. Para Nietzsche, el advenimiento del nihilismo era cuestión de tiempo. Para él la civilisación cristiana de Europa ha llegado a su ocaso y se hace patente su caducidad. Según el pensador alemán “aparecerá un horizonte nuevo con unos nuevos valores basados en el hombre superior el cual tiene un aspecto monstruoso [pues su rostro es la cultura de la muerte]. Ese forastero, –segun nietzsche-, está llamando a las puertas de Europa y es el más horrible que hayamos visto jamás”. Representa y realiza el hombre que nace de la desalineación que Marx propugnó. A los jóvenes de esta vieja Europa se les ha robado el sentido de cielo y eternidad, por lo que quedan abocados a sí mismos, a buscar la felicidad allá donde ésta se presenta con mayor frivolidad. Para que este “superhombre monstruoso” emerja es necesario ocultar la cruz de Cristo. Nosotros, los creyentes, seguiremos portando la cruz de forma visible, para mostrar al mundo que Cristo sigue vivo y trae consigo la paz, la liberación, el verdadero sentido y la vida eterna, a pesar de los vanos intentos de los “profetas de la Nada”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario